04 junio 2008

LA CORTA METÁFORA DE UNA NOCHE CORTA.



Él entró en su habitación, sintió haber forzado su alma y vendido su espíritu al no poder reconocer su sombra sobre el lúgubre entarimado curtido por el paso del tiempo, anteriormente ya había pasado por ese lugar y sabía que su estancia debería ser corta, tan corta como para que el olvido predominara sobre el recuerdo en todo momento posterior. Quizá aún estaba a tiempo pensó en todo instante que a la mente se le atravesaba aquella imagen jovial, enternecedora y graciosa en espíritu, que a él le llenaba de alegría e inquietud por averiguar como era posible esa atracción a la inteligencia, a esa madurez intelectual que se expresaba a la defensiva buscando una respuesta a una edad en la cual es más fácil estar divagando por el mundo de la fantasía.

Si te diera la respuesta que estás esperando, dejarías escapar aquello para lo que no estás preparada, pensó en decirle, pero podrían parecer palabras duras en algo que debería ser innecesario, sobre todo al recibirlas alguien de una sensibilidad especial como era ella. Conocerla era una insistencia que requería con ansiedad un estímulo en su interior que le hizo dar los pasos necesarios para ello, si bien en un principio, más bien en el principio de los principios le hubiera parecido algo mas relacionado a esbozar una sonrisa y brotar una carcajada de incredulidad, pero el destino puso el resto, la casualidad puso de su parte, y ambos cedieron a dejarse llevar parte de su ser, a que les condujera por el traslúcido camino de la curiosidad.

El mundo no era virtual, era un mundo lleno de mundos, pequeños, diminutos, pero llenos de vivencias que resultaron a cada cual mas dispar.

Pero si alguien era importante en esos mundos, era ella, por que todos esos mundos formaban un solo ella, y ella era más que muchos mundos conjuntamente, así que si bien su nombre no era real, quien se atrevió a decir nunca, que no era algo mucho más real lo que una siente dentro, que donde te ha tocado estar aunque solo sea de paso, si no sientes que estás ahí.

Se llamaba Noa y aunque era triscaidecafóbica, tenía entre sus muchas virtudes la de que no destacara una sobre otra en principio, o a primera vista se decantará como predominante, era al conocerla cuando se podía observar que detrás de esa primera bella imagen con profunda mirada, luminosidad en su tez, sedosa piel y elegantes movimientos, debías dejar de mirarla para intentar captar todo lo que podía trasmitir en instantes y que se escapa de no concentrar toda la atención, a la vez que imposible resultaba intentar dejar de mirarla y pasar al libre estado y relajado de la contemplación a la par que disipador del tiempo. Culpa de ello tenía el brillo de sus ojos.

Se encontraba a gusto soltando cometas al viento, esas tardes donde soplaba con cierta intensidad, pero lo que no le gustaba es que ese viento quisiera dominar sus cometas, cosa que no aceptaba, sus cometas eran suyas y sabía llevarlas con soltura, pero los tercos vientos se empeñaban en dificultar aquellas agradables tarde de ocio, si bien es cierto que alguna vez algún mal viento casi se le podría llamar un huracán la hizo pasar un mal y peligroso momento y quizá no supo llevar bien sus consecuencias posteriores por un mal calculo de previsión, esto no debía tener importancia para tiempos venideros. Probablemente lo tenía ya superado, pero como decir a los demás que quería ayudarse a través de las brisas y con el suave céfiro a trasportar las beneficencias necesarias allí donde fueran precisas, hacer volar el grano hasta la tierra fértil, llevar el polen a la flor abierta, el agua hasta las montañas por altas que estas fueran, llevar su voz en defensa de lo indefendible y poder alejar de si misma toda la contaminación que le pudiera rodear en cualquier ambiente, y todo ello solo con el viento, que era el aire que ni más ni menos era uno de los cuatro elementos llamados así por Aristóteles.

Noa no tenía alas, ni falta que le hacían, no tenía poderes sobrenaturales ni los añoraba, ella disponía de un alma infatigable, todo lo que se proponía lo conseguía, era constante, consciente y muy trabajadora, quizá sería la viva imagen de la palabra tesón, si bien es difícil poner a una palabra una cara, y más cuando esa cara además pudiera reflejar tantas y tantas cosas bellas como tenía esta niña de espíritu enigmático, fiel reflejo de la amenidad y la prodigalidad en la conversación, marcaba lo bello, y si salía algo de sus labios engrandecía por el solo hecho de haber emanado de ella.

Sus labios formados por dos horizontes desiguales paralelos pero atrayentes hasta rabiar por sentir la dulzura de los mimos cerca, muy cerca y privarse al placer de sentirlos íntimos, de comprobar que la seda pudiera parecer vulgar al lado de ellos, solo mirarlos era asegurarse sufrir por no poderlos sentir. Entonces decidías desviar la atención y mirar hacía otro lado, pero nunca debía ser sobre sus ojos brillantes cargados de luz y esplendor, era atrayentes por naturaleza y mirarlos creaba dependencia y no quererse marchar, seguir buscando la continuación de la conversación para poder mantener la mirada fija a esa atracción, pero si cometías el error de observar su largo cuello hasta llegar al lóbulo de su oreja, te verías inmerso en un poderoso mundo de deseo, y ansiarías poder sentir a escasos milímetros en un solo y leve acercamiento lo que una piel podría mejorar un perfume que tardó años en darse forma después de ser examinado por olfatos expertos.

Misión imposible resultaría adivinar o intentar recordar ese perfume para posteriormente y por el sistema de comparación intentar identificarlo y saber de cual se trataba, como intentó hacer aquel quien no fue capaz de reconocer su propia sombra, pues faltaba un factor determinante, su piel, sin ella toda esencia o perfume quedaba escasa en profundidad, en magnitud, en atracción e incluso parecía carecer de alma propia en relación con aquella experiencia anterior. Las feromonas pudieron tener parte de culpa, pero no eran las únicas implicadas, había algo que acompañaba además de todo lo anterior y que resultaba difícil de detectar, y esto solo ayudaba a elevar las dimensiones del enigma que la envolvía. Además en ella, había algo por lo que preguntarse y al observar su piel no pasaba desapercibido, eran pequeñas cicatrices repartidas de forma aleatoria por diferentes partes de su cuerpo, y no presentaban forma de apariencia o similitud entre ellas, parecían haber sido forjadas como caprichos sobre su tersa piel, y cada una diferente de otra, en profundidad y en dimensiones, pero que causaban un misterio bello que le deban una identidad propia.

Un buen día se decidió hacerle frente a la situación por la que pasaba y realizarle un reto especial a uno de los vientos molestos que la rondaban e inquietaban, que pretendían permanecer cerca de ella siempre, como si su espacio debiera ser cubierto, ocupado y controlado por él, ese encargo sería de una sencillez extrema, tan solo debía de poder trasmitir hasta un punto determinado lo que de su boca saliese en forma de voz, llevar esas palabras hasta un lugar, y una vez allí, dejarlas, y volver antes de que perdieran validez el sentido de las mismas.

Una calurosa noche de verano se citó con él, quedó a la hora donde las flores duermen para no despertar, a la hora donde nadie ve por ser la noche cerrada, junto a las tapias del cementerio de la cuesta, con este viento que arrastraba malos recuerdos, contenía vergonzosas intenciones e impregnaba cierto hedor allí donde se posaba aumentando su malestar por el propio calor ambiental que nada ayudaba a soportarle.

El plan era el siguiente; tras en vano intentar convencerle de lo ingrato de su presencia y la solicitud de no aparecer nunca más por su vida, y aún a sabiendas que no admitiría tal tipo de solicitud, decidió pasar al segundo plan, que era entregarse a él sin contemplaciones y de por vida si conseguía salir airoso de una fácil propuesta.

Este viento malévolo aceptó sin limitación alguna escuchar la propuesta y acatar su desaparición si no era capaz de consumar o conseguir exitosamente el objetivo que le señalara la dulce joven de marcadas facciones.

Hemet que era el nombre del ponzoñoso viento dijo:

- Escucho y acepto tu proposición Noa, dime lo que quieras por que pronto volverás a ser mía.

Noa le dijo con la suavidad y paciencia que le caracterizaba y de forma muy pausada con voz angelical, lo siguiente.

- “Sé feliz en mi distancia”, inténtalo de todo corazón y consíguelo.

Los días pasaron, luego fueron semanas y pronto serán varios meses en los que aquel viento no volvió de vuelta a tiempo.

Si bien ella que eternamente quiso ser una niña consiguió dominar sus propios vuelos, controlar sus vientos e impedir que la pudieran aturdir, aún esperaba la respuesta de quien no se la quiso dar, quizá por que la pregunta nunca existió, quizá por que la respuesta no estaba en ese lugar, o quizá la agradable lluvia que acompañaba con su melodía ambiental al golpear contra el suelo y que cayo la primera noche sobre las huertas del paseo de los escritores, no pudieron despejar las dudas sobre ellas, ya que al mojarse, se volvieron mas pesadas y difícil librar.

Él, en la ficción, sigue paseando por las huertas recordando una esencia.


1 comentario:

Anónimo dijo...

parece ser que eres un romántico de la vida. Hace tiempo que quise contarte una historia...
"En una isla vivía una pareja, Él y Ella. Se llevaban bien. Los días pasaban, y se sentían felices, al menos Él. Ella, empezó a pensar, sintió la necesidad de tomar otros aires, aires nuevos, descubrir mundo sería en ese momento su prioridad. El mar la invitaba a adentrarse en él y nadar hasta el infinito. Así que un día tomó rumbo, habló con Él, y se adentró en el mar, desapareciendo lentamente, hasta que fue imposible divisar su silueta.
Él comprendió la necesidad de Ella de ver ese mundo que aun no había tenido la oportunidad. Ella le prometió que algún día volvería.
El tiempo pasó, y Él se fue haciendo mayor, y construyó grandes estatuas de piedra, para que cuando Ella volviera hubiera alguien esperándola. Pensó que el corazón muere y las piedras son perennes en el tiempo"