04 junio 2008

PASEO DE ENAMORADOS



Ya los veo paseando de la mano casi flotando entre las hojas amarillas ocres del árbol de platanero caídas sobre el camino, ese camino hecho hoja a hoja, restos de los que fue sombra de verano y se encuentran caídas sobre una tierra húmeda que rezuma un olor a musgo y vida, para el disfrute solo de almas sensibilizas por esa torpeza llamada amor y que te hace ver la vida ralentizada en segundos que para uno es como si viviera una vida aparte, paralela al mundanal ruido exterior, y todo gracias a ir cogidos de la mano de esa personita que se ha unido a tu destino, o que tu destino te reservó para embellecer tu rostro y el suyo cuando os miráis fijamente a los ojos y debido a la prontitud de la relación no podéis sostener esa mirada y la sustituís primero por una caricia en la mano para luego cerrar los ojos y desear sentir sus labios sobre los vuestros.

Su tez brilla en mate reflejando luz tenue en este sombrío otoño, ella siente recorrer un liviano escalofrío desde su cabello pasando por su cuello, por toda su espalda y terminando en no sabe donde salvo que todo termina en el mismo sitio cuando viene de él, siempre en su corazón aterciopelado ávido de recibir todas las ternuras que lo dejen prendado y marcado como ella lo siente, como ella lo vive, surcado de líneas acompasadas, como que si las acariciasen sonarían a un piano de cola en el fondo de la biblioteca del palacio del infante.

Él no sabe ocultar su dicha, su pasión y desprendiendo de fluida ternura ante los requerimientos cálidos de atención a los que constantemente atiende de manera esmerada entre sonrisas y un halo inconfesable de felicidad. Quizá ella le da todo lo que necesita solo estando ahí, cerca de él, y no han sido conscientes que han recorrido el parque entero por el camino más largo figurado y no han sido conscientes de que el mundo les miraba y disfrutaba con su presencia, pasaron la fuente del Ángel, pasaron el viejo roble que alberga los secretos de cientos de miles de parejas que con anterioridad pasearon por de debajo de sus hojas con formas recortadas, pasaron entre las hojas que las hormigas devoraran para rellenar los hormigueros, pero lo cierto es que ellos no pasaron por ahí.

Yo sigo siendo la estatua pétrea que todo lo observa desde su rincón. Y solo sé, que ellos estaban en otro lugar que solo saben sus almas.

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